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Foto del escritorRacso Miro Quesada Vegas

UN DOLOR EN LA MINERIA.

Actualizado: 20 jun 2022


Como sociedad hemos dejado solos, para que se entiendan entre ellos, a los dos grupos de seres humanos más opuestos que tenemos, escribe Racso Miro Quesada.



Es evidente que el conflicto social reciente en el Perú ha sido exacerbado por la pandemia, pero es igualmente evidente que la coyuntura actual se ha venido fermentando los últimos años por el fracaso de la minería en levantar el nivel de satisfacción de la población en su zona de influencia.


Es un hecho, que la minería no ha logrado tener aliados, ni en las poblaciones cercanas, ni en el espacio regional. Muestra de esto es que en las últimas elecciones (2021) el voto en la zona de influencia minera ha buscado, de manera unánime, tirar de la alfombra sobre la que se apoya el sustento legal de la minería. La realidad es que la minería, no puede enarbolar un solo ejemplo de una relación win win entre la población y la empresa.


Este problema no es nuevo. Es más, durante décadas se vio venir. Era muy sospechoso que no hubiera un solo reportaje, tampoco una sola entrevista en la prensa, al Shangri-la andino, en donde la minería y la población conviven en una relación respetuosa, de mutuo desarrollo. Esta señal de alarma no fue escuchada.


Su efecto sobre la teoría del “chorreo económico”


La situación afecta a todo el país, pues la base de apoyo a nuestro sistema de libre mercado era la teoría del “chorreo económico”. Este concepto establece que el beneficio de tener empresas exitosas es que la prosperidad de estas influye o disemina prosperidad a los circundantes.


¿Qué mayor prueba de lo contrario puede haber, que las empresas más ricas del país y algunas de las más ricas de Latinoamérica, no hayan podido convencer a sus vecinos, los más necesitados, que su presencia ahí significa una mejora para ellos? Si esta es la situación entre los dos extremos de la escala económica que colindan físicamente, alejadas de todos los demás, ¿qué esperanza podemos tener el resto?


El fracaso de la minería en aumentar la satisfacción de la población ha herido mortalmente la teoría del chorreo económico en todo el país.


¿Por qué fracasa la minería?


La responsabilidad es compartida: los mineros con su forma propia de ver las cosas, las ONG que no han sabido activar el crecimiento económico; las élites locales que no han consolidado un plan de desarrollo para su región; los políticos locales y sus electores, y la elite limeña que abandonó el problema dejando que lo resuelvan otros o “que malgasten el dinero”, si es lo que al parecer los hacía felices.


Vamos punto por punto.


Por el lado de los mineros, el problema viene de una concepción equivocada




Escuchando hablar a los mineros, uno se da cuenta de que el minero piensa que su negocio es como cualquier otro. Creen que su contribución social principal es el pago de impuestos y que cualquier problema de desorden social debe ser resuelto principalmente por el Estado. Finalmente, su trato es con este. Además, si el gobierno local o regional hace mal uso de los ingresos que la mina provee, este sería un problema de la población y su relación con las autoridades, no de la mina.


Esto es falso, aun desde un punto de vista puramente capitalista. Si entras con una inversión gigantesca a recoger una riqueza descomunal a una zona pobre, tu único trato no es con el Estado y tu responsabilidad no se limita al pago de impuestos. Puede que la teoría diga eso, pero la práctica, la historia y los usos y costumbres del país muestran algo distinto. Es tu responsabilidad que tu intervención sea un win-win para todos los involucrados.


La mina es perfectamente capaz de hacer lobby con el gobierno central y, como hemos visto, obtener condiciones de estabilidad tributaria, pero se dice incapaz de negociar con el gobierno local o regional para asegurar el uso productivo de los recursos y evitar que los alcaldes dilapiden los ingresos en plazas y palacios municipales. ¿No debería ser más fácil hacer lobby a nivel local que nacional, si hubiera el interés en hacerlo?


Esto no es un pedido de responsabilidad social, sino que incluso puede entenderse como una exigencia totalmente neoliberal: continuidad y supervivencia. Un negocio que es un win-win es un buen negocio. No entender esto no tiene nada que ver con no ser socialista o comunista, tiene que ver con ser mal negociante. Si tu proyecto minero está cerrado es, principalmente, porque no has sabido ser un buen negociador. Lo demás son excusas.


El famoso pacto social y la primacía de la realidad



Por otro lado, en el discurso minero hay una confusión general acerca de lo que es el Estado de derecho y el pacto social. Cualquiera sea el pacto social existente, no está escrito en piedra. En determinados momentos de la historia, si es visto como excesivo, poco equitativo o poco beneficioso, puede terminar volando por los aires. El contrato social no es un contrato divino y requiere que se mantengan ciertos márgenes o mucho mayor grado de represión y ahí, definitivamente, no estamos operando bajo libertad de mercado: estamos imponiendo nuestra libertad.


La compra de los terrenos uno por uno y en función de la necesidad de la mina, ha generado más caos y desorden por los beneficios y frustraciones que genera, a unos y otros, creando enemistades y resentimientos internos, que hacen que finalmente, la población prefiera que se vaya la mina a que les perturbe el entramado de estabilidad social que ya tenían y valoraban.


Que tu vecino ahora pasee en su camioneta nueva, tirándote polvo, no es una “mejora para todos”, como aseveran algunos. Desgarrar el tejido social, sin control y a lo bestia, no es un beneficio económico: es una externalidad negativa. Y si las externalidades negativas se acumulan, la población termina denunciando el pacto social en el que operan como algo perjudicial.


LOS PARTICIPANTES


1. La comunidad campesina



Para entender, desde una mirada antropológica, cómo funciona una comunidad campesina en los andes de Perú es útil analizar un fenómeno propio de esta zona y es lo que los antropólogos llaman “el complejo de la fiesta”. Entender este fenómeno ayuda a entender la relación entre la economía, la cultura y los valores de la sociedad andina.


La Fiesta es una celebración patronal o religiosa que ocurre cíclicamente todos los años. En ella la comunidad elige, para cada año, un padrino que auspicia todo el evento. Esta persona es encargada de costear la banda, la carne y el trago para la fiesta, que dura varios días. Los antropólogos que han analizado la data en las comunidades andinas observan que el padrino de la fiesta siempre es el más rico del pueblo cuando esta inicia, pero que, literalmente, al acabar, termina siendo el más pobre. En contraprestación es coronado con un gigantesco prestigio que sigue llevando todo el año. Es respetado y tratado con deferencia, como la persona más importante de la localidad. Su presencia en cualquier evento es un honor hasta que al año siguiente el nuevo “más rico” del pueblo pasa a ser el padrino de la próxima fiesta e, igualmente, termina su periodo con gloria y sin dinero.


El tema importante acá es entender lo siguiente: la comunidad y todo el grupo humano que lo conforma está cultural, ideológica y psicológicamente condicionado para actuar priorizando la estabilidad y la paridad en el grupo por encima del crecimiento económico.


Este principio de socialismo andino es ciertamente más evolucionado que el socialismo europeo, pues está basado en un acuerdo voluntario entre todas las partes, no en una imposición ni menos en una reivindicación. Es un auténtico win-win para todos. No por nada ha sobrevivido 4000 años mientras que el marxismo implosionó en 60.


Cuando el rico entrega su riqueza al grupo a cambio de prestigio se está yendo diametralmente en sentido opuesto a lo que requiere un sistema capitalista, sea privado o de estado. El capitalismo, más allá de su nombre, se sustenta en una sola cosa: acumulación de tecnología para aumentar la productividad. Si un obrero en un país desarrollado gana 30,000 dólares anuales es porque en promedio tiene, aproximadamente, unos 30,000 dólares en equipamiento para hacer su trabajo, ya sea que sea propio, de la empresa o del estado. No es que produzca más porque sea mejor obrero. Un obrero en un país subdesarrollado, que gana 3000 dólares anuales, normalmente, tiene alrededor de 3 000 dólares a su disposición en equipamiento y tecnología para realizar su trabajo. Si el capital no se acumula y se invierte en tecnología, no hay aumento de la productividad.


La comunidad andina, no acumula capital. Es en ese sentido que la comunidad resolvió su existencia de otra manera hace muchos años. Alejada de las autoridades centrales se dio cuenta, por prueba y error, durante muchos años, que si el rico se hacía más rico al año siguiente iba a ser aún más rico y no pasarían muchos tiempo para que su poder no tuviera contrapesos. Las pocas autoridades del gobierno central a las que podría acceder una comunidad luego de un largo viaje, son fácilmente corrompibles y pronto los ricos empezarían a acumular para sí aquello a lo que tenían derecho los demás. Esta fue su opción, devolver la paridad, es una opción válida de vida, que debemos respetar y hasta aprender. Sin policía, juzgados ni psiquiatras, la comunidad vive en paz consigo y con el medio ambiente porque prioriza la equidad y, con sabiduría milenaria, la equidad no la impone sino que la negocia.


2. Los mineros,



Los mineros, dentro del abanico de grupos capitalistas, incluso más que los comerciantes nómades del desierto, se caracterizan por no tener apego a ningún lugar ni relación de largo plazo con la gente que lo habita. Su entrenamiento es producir al ritmo que maximiza la utilidad y luego moverse a otro lado a hacer nuevas relaciones. Diametralmente opuesto a lo que es una comunidad. El minero no se hace ninguna ilusión de que su actividad vaya a embellecer el lugar; no busca convertir la zona lugar un hogar para su familia. Ni siquiera vive en la mina, como un agricultor vive en su terreno, busca mantener una relación de por vida con las autoridades, como un industrial.


El minero entra y sale: a los 5 o 10 años está en otra mina. Su formación es entender las cadenas geológicas y leer las formaciones de la historia del suelo. Le es indiferente si el mineral se concentró en el mar, en un desierto inhóspito, en la Antártida o debajo de una laguna. Él está preparado para las condiciones de cualquier terreno y donde otros ven obstáculos insalvables, él ve una cadena logística de abastecimiento. Donde otros ven barrancos y cumbres inaccesibles, él ve una infraestructura afinada al milímetro para maximizar sus posibilidades de competir a nivel mundial.


Para los conglomerados internacionales, dueños de las minas, la existencia de una comunidad andina, autárquica y socialista, encima de su mineral es un accidente cuyas separaciones sobre otros grupos humanos no está entrenado para percibir. El minero extrangero tampoco está entrenado para plantear una visión de desarrollo a largo plazo para una región abandonada. Las comunidades no vienen con el mineral­: el cobre viene con oro o con plata, a veces con arsénico, pero en la mayoría de los casos, no con una comunidad campesina encima.


El minero solo habla un lenguaje: el del capital. Dinero para los políticos, para las ONG, para los policías, para los presidentes de las comunidades, pero no puede ver más allá. Son mineros, no son antropólogos. Y eso no está mal, el problema está en dejarlos solos a negociar, sabiendo que la incompatibilidad entre las idiosincrasias es la máxima posible y que nada bueno va a salir de ese contacto no conciliado.


LOS OTROS ACTORES


Desde un punto de vista antropológico, hemos dejado solos, para que se entiendan entre ellos, a los dos grupos de seres humanos más opuestos que pueden encontrarse. Nos hemos contentado con las regalías y hemos asumido que ellos encontraran la solución que maximice el beneficio para todos los participantes. Ahora es evidente, que ha sido una pésima idea.


Los otros actores de este drama son las entidades regionales. Las podemos dividir en tres actores:


1. Los políticos


Ni preparados ni capacitados para manejar las fortunas que se les asignan. El dinero se dilapidó en inversión no productiva, en elefantes blancos y en proyectos no terminados. Lima debió guardar un porcentaje del canon para preparar los recursos humanos que las provincias necesitaban. No lo hizo y se entregó dinero que, debió prever, no se reproduciría.


Si se hubiera invertido el aporte tributario de la minería en inversión productiva, hoy estaríamos recibiendo el aporte de la minería más el aporte de las ganancias de la inversión realizada en las últimas décadas. Aún a una tasa de retorno del 5%, luego de 20 años estaríamos duplicando hoy los ingresos percibidos cada año. Noruega, uno de los países más ricos del mundo hoy, que invirtió sus excedentes petroleros en un fondo que financia inversión productiva. Cierto que esto requería ajustar otro tipo de gasto, pero 20 años de ajuste e inversión fueron suficientes para desarrollar Singapur y Taiwán desde cero.


2. La élite regional


La élite regional es el caso más dramático. Como grupo es inexistente. Existen como individuos aislados. Su preocupación es quién conoce al gerente de la mina o quién tiene un hijo compañero de colegio de un alto funcionario minero. El rol tradicional de una élite es poner sobre la mesa un proyecto de desarrollo, para eso tienen el conocimiento, y convocar y consensuar a todos los actores, para eso tienen las relaciones sociales. Su aporte sin embargo ha sido nulo. Es una élite que ha buscado el beneficio individual y ha rehuido la responsabilidad que conlleva su situación de élite, dirigir y liderar. Al hacerlo hunde sus propios prospectos de desarrollo ya que el estancamiento, la estanca a ella también.


3. Las ONG


Contratadas por las mineras, han gastado en proyectos con mínimo impacto en el desarrollo económico y regional, cuando lo que se requería era generar grandes fuentes de trabajo. Han servido para generar talleres y pequeñas iniciativas de mejora de productividad, con los que la minería hace publicidad de su contribución social, pero en ningún caso se ha generado fuentes de trabajo que puedan reemplazar los ingresos provenientes de la mina cuando ésta se agote. Ni se ha generado un proyecto de desarrollo regional a largo plazo.



CAJAMARCA Y EL PROYECTO CONGA



Un proyecto donde pueden verse la dinámica explicada fue el proyecto Conga.


El Primer problema que enfrentó el proyecto fue la disputa sobre el tema del agua. El dueño de la mina salió explicando en televisión, que el proyecto requería usar 2 reservorios naturales, pero que, en compensación, la empresa crearía 4 reservorios artificiales, por lo cual aprobar el proyecto traería el beneficio de duplicar la capacidad hídrica de la zona. La propuesta no fue aprobada por la población. Luego aparecieron las quejas en la prensa sobre la mentalidad obstruccionista de los cajamarquinos, la falta de cooperación de las autoridades comunistas y la falta de conocimiento de una población que no pudo entender una matemática simple: 4 lagunas es mejor que 2.


Lo evidente, sin embargo, es que no se entiende que la queja sobre el agua es una excusa; la herramienta formal para decir algo: “estás pagando muy poco por todo este enredo”. La discusión, entonces, no versa sobre si 4 reservorios es mejor que 2. El fondo real de la cuestión es “¿vas a venir a mi territorio a alterarme la vida, resultado de lo cual te vas a hacer plutiimillonario extrayendo 10 billones de dólares en mineral y a nosotros nos vas a dejar 2 lagunas?”


La prensa interpretó la negativa de Cajamarca como irracional y anticapitalista cuando, en realidad, la decisión está fundada en la base misma del capitalismo, que no es otra cosa que la capacidad para decir “No gracias. Ese no es mi precio”. Lo que Milton Fritmon llamo La Libertad de Elegir.


Me imagino cuántos con una casa de campo con un puquial o una laguna natural aceptarían que les cambien su laguna natural por 2 lagunas de plástico? y cuántos aceptarían el cambio sabiendo que yo me voy a llevar varios millones de dólares con ese arreglo.


El segundo problema está en el estudio de impacto ambiental y la posibilidad de contaminación de la cuenca. La minera enarbolaba su estudio de impacto ambiental que decía que el proyecto no contaminaría (el estudio luego fue rebatido y hay gran discrepancia al respecto). La prensa no entendía por qué no aceptaban el estudio científico, asumiendo irracionalidad o manipulación ideológica anti sistema, igual que en el caso anterior, la respuesta de Cajamarca fue totalmente capitalista. Ya solo, el riesgo de contaminación es una externalidad negativa y debe ser compensada. No se hizo. El riesgo nunca es cero. Sino preguntenselo a los japoneses de Fukushima.


En el capitalismo hasta el efecto psicológico del riesgo tiene un precio, esa es la virtud del capitalismo, su habilidad para encontrar un precio justo para todas las cosas. Sin embargo algunos quieren ser capitalistas solo para algunos temas y no para los que no les conviene. Si alguien requiere, para hacerse rico, instalar un objeto que encierra elementos radioactivos en el tanque de agua de tu casa, ¿cuántos aceptarían que el justiprecio por prestar tu tanque de agua es cero? Hasta la telefónica entiende eso cuando pone una antena de celular encima del departamento de alguien: paga un precio, al que no se puede fácilmente decir que no, que compensa el riesgo percibido o real.


¿Qué podrían haber hecho los Benavides para resolver el problema?

¿Ignorancia o falta de creatividad?


Vista del rio San Lucas, ciudad de Cajamarca


¿Qué debió hacer la minería en Cajamarca? Plantear cualquier oferta que Cajamarca no pudiera rechazar y meterse a toda la población en el bolsillo.


La inversión del Estado en educación ocupacional y tecnología en Cajamarca no llega al millón de dólares anuales. La mineria podría haber ofrecido poner una facultad en Cajamarca de agronomía y ganadería, certificada como la mejor de Latinoamérica, con acceso gratuito a los mejores estudiantes de los colegios rurales. Agrégale a eso un laboratorio de mejoramiento de la capacidad genética y un instituto para el mejoramiento de los pastos, que levante por lo menos un tercio la productividad ganadera de toda la region . ¿Alguien podría haber dicho “no” a una propuesta como esa en un departamento mayormente ganadero?


Crear una marca para la ganadería Cajamarquina, y una cadena de frío y de producción para esta marca, que mejores los precios que paga Gloria al productor. ¿ Alguien podria haber dicho que no a eso en Cajamarca?


Ofrecer mejorar la educación escolar en Cajamarca hasta ser una de las mejores de Sudamérica. Interconectar los colegios estatales a internet, capacitar profesores y ofrecer materiales educativos de primer nivel. ¿Quién saldría a marchar contra la minería cuando eso está en juego? ¿Alguien podría decir “no” a una propuesta como esa?


Crear un gigantesco fondo de inversión que preste dinero para los emprendimientos Cajamarquinos. Este fondo podría gestionar también dar asesoría a los negocios, como la da gratuitamente el gobierno americano, a todos los pequeños negocios de EEUU, con su programa de ejecutivos retirados. ¿Quien en Cajamarca podría haberse negado a la expansión de la mina, si eso significaba cortaba el flujo de financiación y asesoría ?


Quien viaja a Cajamarca esperando ver el progreso que la mina de oro más grande de América ha traído, se sorprende. Lo que era una de las ciudades más hermosas del país es ahora un desastre a la vista. Obras paralizadas, calles abiertas sin acabar, estadios a medio hacer, tráfico, congestión, desorden. Una ciudad sin grandes parques, en medio de lo que fue la campiña más hermosa del país. ¿No hubiera podido la minería comprar los terrenos circundantes a la ciudad para garantizar un gigantesco parque urbano alrededor de Cajamarca, que lleve el nombre de la mina?


Uno esperaría encontrar una ciudad de bosques, planificada, ordenada, donde las mejores prácticas de desarrollo urbano se hayan puesto en práctica gracias al know how de la transnacional que vive ahí. Imposible entender cómo los profesionales de una transnacional gigantesca no han podido aportar un plan de desarrollo urbano donde ellos mismos estén orgullosos de vivir. No es algo caro. ¿O es que nunca han querido vivir ahí? Muchos empresarios aportamos a embellecer el entorno en que estamos y no tenemos 10 billones de dólares de presupuesto.


Resulta sorprendente, tanto la inacción de la minera por asegurar un legado positivo, como la incapacidad de la elite de Cajamarca para crear, promocionar y concientizar un plan de desarrollo.


En Colombia, por ejemplo, la agrupación de cafeteros ha creado el Parque del Café, un Disney latinoamericano gigantesco, que rivaliza con los norteamericanos, por el que pasan, tarde o temprano, con agradecimiento, todos los colombianos. Al mismo tiempo, han logrado unir a todos los cafeteros colombianos bajo una sola marca, Juan Valdez, que vende en todo el mundo el café colombiano y, crear un banco del café, un seguro cafetero, un fondo de estabilización del precio del café, un instituto de desarrollo de tecnología cafetera y una naviera propia para los cafeteros. Los cafeteros colombianos facturan 2 billones de dólares anuales y son apenas el 5% de las exportaciones colombianas.


La minería en el Perú factura 25 billones de dólares. Es el 60% de las exportaciones y no hay ningún Parque de la Minería que agradecer. ¿Dónde está el legado social que la población regional o nacional puede agradecer a nuestra minería?


¿Hacer lo que hacen los colombianos es obligación? Por supuesto que no. Es inteligencia.


¿LA MINERIA NO NOS FUNCIONA ¿QUE DEBEMOS HACER PARA CORREGIR?



Situación del agua.


Es impensable que el Estado siga permitiendo a la minería, como sucede hoy, tomar agua con calidad apta para la vida de peces y retorne agua apta para agricultura y ganadería, pero sin peces. Es inaceptable que a las comunidades se les obligue a aceptar esa situación. No solo porque el Perú es un país que apuesta por la agricultura orgánica y el turismo de contacto con la naturaleza, sino porque la comunidad tiene derecho a valorar la vida como un principio fundamental, ideológico y religioso. Tomar su agua con vida y devolverles agua sin vida y decir “acá no ha pasado nada, no hay compensación, no hay contaminación, todo está bien” es una imposición sobre el derecho de los demás. Debe ser evitado o, si es de interés nacional, compensado.


Situación ambiental


El libre mercado funciona y se mantiene estable, si y sólo si, si se da una premisa: igualdad de información y poder entre todos los participantes, y sistemas fuertes que mantengan esa situación e impidan el abuso.


Si el inspector ambiental, que protege el interés de la comunidad y de todos los que tomamos agua y comemos productos de la agricultura, es un empleado público, con un sueldo magro, que tiene que coordinar con la mina, para que la mina lo lleve, en la camioneta de la mina, a hacer la inspección de vertidos en día y hora pre programada y, por el otro lado, la mina es una entidad de billones de dólares de capacidad de compra, no hay equidad ni paridad, ni posibilidad de que eso funcione.


Los sistemas de control deben ser balanceados, lo que significa que se necesita igual de poder e incentivo del otro lado. No puede ser que la prueba de la carga de la contaminación recaiga en una comunidad pobre sin acceso, conocimiento o recursos. Y cuando logra probar, como ha sucedido, que el ganado del que viven, se les murió por exceso de minerales, la mina replique que ahora deben probar que esos minerales, no están naturalmente presentes en el pasto. Algo técnicamente posible, pero que evidencia el total despropósito de la actual regulación y denota más allá de fallas en el sistema, también falta de humanidad.


Debemos asegurar que una entidad fuerte e independiente de control ambiental, tenga un incentivo por encontrar a la mina en falta. Esta entidad debe poder quedarse con parte importante de las multas y estas multas deben ser cuantiosas. Así como la mina es un negocio, debe ser negocio encontrar a la mina en falta. Check and balance, como lo establecen los gringos. Un sistema de contrapesos. Un funcionario con sueldo fijo de 3 000 soles vs una mina de 10 billones de dólares no es un sistema de contrapesos.


Nada justifica que no se compense la contaminación. Si no se puede dejar de contaminar debe haber una compensación. Esto está implícito en toda la teoría económica liberal. Está muy bien que yo ponga una planta química, tengo todo el derecho, pero mi utilidad no es utilidad si yo estoy contaminando los pulmones de mi vecino y no compensándolo por ello. Es una externalidad negativa que hace que mi utilidad no sea utilidad, sea robo. Le estoy robando la vida a mis vecinos para ganar dinero. Para la mina no puede ser más barato correr el riesgo de contaminar, que no contaminar.


Representatividad


Si las comunidades no se han podido agrupar y agremiar, como en Bolivia y Ecuador, no es una mala cosa para el sistema capitalista promover que lo hagan. Aparentemente los mineros pueden pensar que sus beneficios radican en dividir y reinar. Yo tendría serias dudas viendo el nivel de descontento y como este se dispara hacia cualquier lado. Un sistema más estable podría lograrse con una sola entidad negociadora, que acuerde condiciones estandarizadas para todo el país. Tener un representante negociador legítimo, que represente a las comunidades campesinas, que pueda conversar con la sociedad de minería y llegar juntos a una solución de largo plazo, no es una mala idea. Sobre todo si esa representatividad nace impulsada por el sistema y no de una reivindicación contra este.


Propiedad del subsuelo


En el Perú el derecho de propiedad sobre lo que está bajo el suelo no es del propietario del terreno, sino del Estado. Esta solución ayuda a ordenar y dar reglas claras para la competencia entre un prospector minero y otro. Sin embargo, se suma a la confusión de nuestro problema social. El dilema entre si el propietario del terreno o el Estado, debe ser el dueño del material en el subsuelo, es una distinción bastante irrelevante a la hora del aporte económico al resto de la sociedad. Los ingresos que recauda el fisco, los ingresos que reciben las ciudades y los ingresos regionales serían los mismos, sea quien sea el propietario, ya que no provienen de vender la propiedad del subsuelo, sino de gravar la explotación.


Hoy, por el denuncio minero, que vende el Estado y que da derecho sobre el subsuelo, recaudamos US $1.00 dólar anual por hectárea. Un monto que no alcanza para alimentar una alpaca. A cambio damos la potestad a la minera de sentirse la dueña de la mina y a las comunidades, que habitan en ese cuadrícula por milenios, las convertimos en un costo subyacente. Nada nos habría afectado si hubiéramos dejado a la comunidad ser propietaria del subsuelo. El minero igual, buscaría llegar a un acuerdo. Dar propiedad del subsuelo al dueño de la superficie dejaría, psicológica y socialmente, más claro quién tiene derecho a que y no se entenderían los reclamos de la comunidad como un fastidio o una imposición.


En EEUU el propietario del terreno es propietario del subsuelo y eso no ha impedido sino, más bien, ha ayudado a desarrollar una industria propia de explotación de hidrocarburos hecha de muchos pequeños productores, hijos de quienes, en principio, usaron el dinero de las primeras concesiones para aprender el negocio.


El Estado también podría promover una negociación equitativa entre el propietario del terreno y el minero. ¿Por qué no un 20% de las utilidades para los propietarios del terreno superficial? Que se podría distribuir entre todos los propietarios en una cuadrícula de 100 hectáreas. Todos se escandalizan y suena a expropiación, pero, a decir verdad, afectaría menos a la mina que el canon, ya que no es sobre la venta sino sobre la utilidad. El efecto psicológico sería inmenso. Para el peruano poder sentirse que es codueño es, a veces, más importante que los flujos mismos. Es una reivindicación y se siente un acto de compensación y justicia. Las comunidades pasarían a ser socios, no enemigos (Lo malo, nos quedamos solos para vigilar la contaminación, ya que la comunidad pasaría a estar del lado de la empresa, pero acaba el conflicto).


Muchas empresas exitosas dan voluntariamente acciones y opciones de compra a los trabajadores, y lo ven como un incentivo beneficioso para mejorar el clima laboral y la productividad, no como un costo. Por otro lado, ¿cuánto cuesta el conflicto? ¿Cuánto cuesta un proyecto no realizado? Hacer socia a la comunidad da estabilidad, quita argumentos a la reivindicación extrema y vuelve a la comunidad capitalista. Un buen negocio para todos.


Gasto social directo


La propuesta de algunos mineros sobre que la mitad del tributo vaya al gobierno y la otra mitad sea manejada por la mina en inversión social directa no es, para nada, una mala idea.

Si la mina tiene la voluntad y la vocación para dirigir el gasto y buscar la forma que tenga el mayor impacto, con seguridad lo haría de forma más profesional que los gobiernos regionales, ya que, sencillamente, es difícil hacerlo peor.


Y si este gasto es hecho con transparencia y supervisión y la mina pone expertos internacionales para determinar en qué invertir y cómo poder generar un mejor impacto en la población, pues me parece algo que vale la pena tratar.

Además, se generaría una multitud de experiencias distintas de las que se podría aprender y reevaluar.


Reinversión de utilidades



En lugar de aumentar la carga impositiva para luego dilapidarla en gasto estatal mal planificado, esta se podría mantener igual y, más bien, lo que sí tendría un impacto gigantesco en el desarrollo del país es la reinversión de utilidades en actividades productivas que generen desarrollo en la zona.


La minería y, en general, las actividades extractivas, tienen derecho a todas sus utilidades, pero podrían estar obligados a reinvertirlas libre de impuestos. Por lo menos la mitad. Reinvertidos en actividades no conexas a la minería, que es temporal, sino en actividades que generen producción y trabajo permanente.


Es decir, si la mina tiene una utilidad de un billón tiene derecho a su billón, pero debe tener que reinvertir medio billón en actividades en la zona. Luego de que estas actividades generan ingresos, ahi si, pagan el impuesto y retiran sus utilidades.


Por ejemplo, industrialización del eucalipto; generación de productos de exportación en base a productos locales; empresas turísticas; producción de lo que sea que quieran o vean que puede retribuirles y hacer recuperar su capital. Sierra exportadora tiene una cartera de proyectos que no son de tiempo limitado como la minería.


¿Cuánto tiempo tomaría desde que reinvierten sus utilidades hasta que las vuelven a recuperar? 3 años, 5 años. El efecto inicial podría ser un poco traumático, es cierto. Pero es sin embargo un beneficio tributario, ganan dos veces y solo pagan impuestos una. Por otro lado, bien vale el intento, pues de lograrse, el impulso al desarrollo sería monstruoso: billones de dólares de utilidad minera estarían generando, cada año, ingresos y puestos de trabajo permanentes, paralelos al negocio minero.


El mineral siempre va a estar ahí y los mineros siempre van a venir. No se trata de que tributen más y se lleven el dinero porque, además, ni siquiera sabemos gastar bien la parte que nos toca. Estas grandes empresas, con profesionales de nivel mundial, deberían ser nuestra palanca para desarrollar todos los recursos de la zona, no solo los mineros. Un win-win. Que ganen, ganen bien y ganen más, pero que no pasen por acá solo a llevarse el recurso e irse. Lo único que realmente cambiaría la historia económica de la zona es la inversión productiva, a eso debería apuntar la política.


Racso Miro Quesada Vegas.

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